lunes, 4 de febrero de 2013

La leyenda del tabaco

“Hace mucho tiempo, un príncipe tenía un hijo en edad de matrimonio, pero para desilusión de su padre, no tenía ningún interés en encontrar una esposa. El problema era que ninguna mujer tenía la belleza ni el carisma para ganar su corazón. Sin embargo, un día, el joven se fue a cazar al bosque y encontró una mujer vagando por la espesura. Ella era tan adorable que él se enamoró instantáneamente, sin pensar en lo raro que era que una mujer así estuviera viviendo tan lejos en el centro de la taiga. Deslumbrado, decidió casarse con ella enseguida y llevarla a su campamento.
El hijo nunca le contó a su padre de su repentino matrimonio con la mujer misteriosa. Hombre y mujer vivieron felices por un largo tiempo. Sin embargo, otra gente notó que la mujer era muy extraña, que parecía no tener un pasado y que comía la carne de tejones que apaleaba a muerte en el bosque.
Cuando los rumores del hijo y de su excéntrica esposa llegaron a los oídos del noble padre, éste viajó al campo de su hijo para averiguar qué había pasado, sospechando que la mujer era un bong, un ser no-muerto que es creado cuando un shutger (espíritu maligno) entra en el cuerpo de alguien que acaba de morir, trayéndolo de vuelta a la vida. Estas criaturas viven en la profundidad del bosque comiendo pequeños animales y evitando a los lobos, que los cazan.
Cuando el príncipe llegó a la casa de su hijo, encontró a la hermosa y misteriosa mujer que se había convertido en su nuera. Mandó aprisionarla y cuando sus hombres la jalaron del cabello, encontraron un ojo de más en su cabeza, signo seguro de que era un bong. El padre ordenó que fuera decapitada.
Antes de su muerte, la esposa hizo una última promesa a su esposo: “En un año, vuelve a este lugar donde mi sangre será derramada sobre la tierra y encontrarás una hermosa planta. Toma sus hojas, sécalas y fúmalas. Te harán sentir la felicidad que sentiste junto a mí”.
El próximo verano, el joven volvió al lugar exacto de la ejecución de su esposa. En el claro había una planta alta muy hermosa, como nunca antes había visto. Tomó sus hojas, las secó, y las fumó como le había dicho su mujer. Al fumarlas, sintió felicidad y consuelo por el último obsequio de su amada.
Hasta este día, muchos hombres disfrutan de este último regalo de la mujer a los humanos. Pero, como el amor de una mujer hermosa, este obsequio tiene sus peligros, ya que esclaviza al hombre con su poder adictivo.”

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